sábado, 24 de julio de 2010

Comemos patrimonio...y cómo gusta!

He imaginado por años la escena de millones de madres unidas en la comunión de golpetear y moldear masa hecha de harina de maíz, cada madrugada venezolana, y mi emoción es difícil de describir. Ver como se hace tangible el amor que luego será disfrutado y sobretodo devorado. Sólo puede ser poesía, profunda, vívida.

Venezuela al igual que muchas de las naciones latinoamericanas no escapó a la presencia del maíz en su práctica culinaria y es que por solo hacer homenaje al Popol Vuh se hace esto y más, el maíz es nuestro origen y alimento, qué delicia. Y sólo me referiré en esta oportunidad a la arepa por ser la reina de los productos hechos de harina de maíz, pero sin desconocer todos los platillos que con ella se hacen, empanadas, bollos, hallacas y pare de contar.

    La arepa, diaria acompañante de los venezolanos, sencilla y amable, acepta cuanto relleno se nos ocurra inventar. Es tan nuestra que muchas veces obviamos lo que puede significar en nuestro entramado cultural, noción abstracta difícil de digerir a las 3 de la madrugada, luego de una rumba (así acostumbramos decirle a las celebraciones) y con apetito voraz.

   Compañera desde la infancia, donde nos espera pacientemente en la lonchera.Dependiendo de la ubicación geográfica se comen en la mañana, en la noche, a la hora del almuerzo, como acompañante de otras comidas o sola, gruesas o delgadas, fritas o asadas, dulces, de maíz amarillo o blanco, y las peladas qué manjar. En cualquiera de sus versiones, la arepa ha sido la silente testigo de nuestra historia, de nuestro crecimiento y lo más importante el hilo conductor de tradiciones de generación en generación, que hace que mi hija desayune lo mismo que sus primos, sus tíos, sus abuelos, derribando barreras espacio-temporales donde sólo se expresa nuestra más íntima esencia.

   Esta es una noción patrimonial, eso es la arepa en nuestra vida, patrimonio intangible que habla de nuestra historia como país y como colectivo, que ha sido capaz de mantener y reforzar conocimientos ancestrales a través de la tradición, lo que nos ayuda a recordar quienes somos y de donde provenimos.

   Con el boom de la gastronomía han saltado a la palestra tanto la arepa como mucho de nuestros platos emblemáticos, lo que ha servido de herramienta para poner a buen resguardo nuestras tradiciones culinarias.  
   Y qué mejor que mezclar estas iniciativas propias de afamados cocineros venezolanos con la incursión en la web 2.0. Sin obviar a todos los que como Scannnone y Cartay han dedicado tiempo y letras a nuestras arepas (entre muchos otros sabores venezolanos) la presencia de blogs y grupos en redes sociales que se dedican exclusivamente a dirigir discusiones en torno a la arepa, su elaboración y consumo es cuantiosa. Esto nos habla de arraigo, de pertenencia, de adaptación, de patrimonio.
   Otro de los aspectos llamativos en esto de las arepas es como se ha establecido toda una nomenclatura urbana que debe ser usada al momento de pedir una arepa en la arepera de turno: reina pepiada (arepa con ensalada de papas, zanahorias y pollo con una rodaja de aguacate) pelua (arepa de carne esmechada) dominó (arepa con caraotas y queso blanco) por solo nombrar las emblemáticas.
   Lo cierto es que comemos patrimonio diariamente, lo disfrutamos y, sabiéndolo o no, perpetuamos tradiciones, protegemos nuestras costumbres, legamos amor tangible...

   Son tantas las aristas de este tema y tanto los afectos en torno a ella que siempre faltará espacio y tiempo para dedicarle. El consumo de la arepa es nuestro rasgo distintivo y también nuestro aporte a la infinita diversidad que nos rodea y de la cual nos retroalimentamos.


A disfrutarlas, a vivir en diversidad. Mi invitación de siempre...



Yisbel Pérez Díaz