lunes, 23 de agosto de 2010

Que la tolerancia sea con nosotros




Es tema de cada día hablar de tolerancia, solicitarla, reclamar su carencia, envolvernos con su bandera. Tolerar, ser tolerante son términos cada vez más en boga. Pero qué pasa cuando no se tolera.
Tolerancia a nuestro entender, es respetar y comprender posiciones distintas a la nuestra relativas a la vida y sus diferentes aspectos. Son muchas las aristas de una misma realidad y estamos en plena libertad -al menos eso creemos- de pensar y actuar según nuestras creencias. Ahora bien, el proceso de tolerar debe estar acompañado de cierta reciprocidad y sobretodo de la consciencia de un premisa elemental: tolero y respeto esperando lo misma actitud de mis iguales, teniendo la plena libertad de expresión sobre los temas o situaciones a enfrentar. Tolerar no es aguantar. Tolerar es ser capaz de convivir, entablar discusiones que conlleven a procesos generadores de conocimientos que ofrezcan soluciones a posibles conflictos, tomando elementos de creencias y pensares distintos, la tolerancia es dinámica y participativa en el mejor sentido de la expresión. Aguantar lleva implícito el desconocimiento de derechos, su condición pasiva sólo requiere de sumisión y uso nulo de la capacidad de análisis. Las doctrinas, las ideologías no conviven solas entre sí. Somos nosotros sus interlocutores por ende responsables de generar entendimiento. En suma, hablamos de convivencia entendida necesariamente desde el reconocimiento de nuestros derechos fundamentales, a la vida, a la expresión.
Ahora bien, surge la gran pregunta, ¿toleramos o aguantamos? Para tolerar necesitamos condiciones mínimas de libertad e independencia que nos garanticen el respeto a desarrollarnos según nuestras creencias sin perjudicar al otro. Y es justo esa otredad la que nos señala los límites de acción. La calidad y el nivel de vida juegan un papel fundamental en estos procesos culturales. La consciencia que tenga la sociedad del rol que lo corresponde en este proceso es vital. Y es que es muy difícil pedir tolerancia y comprensión a una población que no tiene acceso al agua potable ni a los servicios básicos, ni mencionar la condición de pobreza educativa y económica. Estos factores cegan toda capacidad de cooperación, produciendo espirales anárquicos que sólo garantizan que el aguantar sea la única alternativa para enfrentar los desmanes diarios.
Caracas, Venezuela. ciudad del aguantar, donde tolerar no es posible. Las posibilidades de expresarse están confiscadas. No vale reclamo ni pregunta que señale un análisis previo de la situación. Ni en calles, ni en el sistema Metro. No hay distingo, somos iguales ante la anarquía impuesta por el aguantar. Consecuencias: olvido de nuestros derechos y su defensa, deconstrucción de procesos de convivencia cívica. Conformismo y desmejora sistemática de nuestra calidad de vida.
Somos nosotros los que decimos qué hacer, tolerar o aguantar.

Que la tolerancia sea con todos



Yisbel Pérez Díaz